"Cada foto contiene a
quien aparece en ella de la misma manera que el apellido contiene para siempre
a aquel a quien se le da. Tia Elsie siempre es tía Elsie. Papá siempre es papá,
aun cuando ya sea abuelo. Y mamá es mamá incluso cuando era niña"
2
de junio 2013
John Berger Para entender la fotografía
Hemos pasado dos horas de la mañana haciendo
una funda de edredón. He forzado un poco la situación para que estuviera activa
y también, de forma egoísta, para tener
algo confeccionado por las dos. Me ha recordado lo importante que ha sido la
costura para ella. Cuánto la relajaba por la noche, mientras nosotras dormíamos,
coser. He aprendido a hilvanar y me ha enseñado a hacer ojales. Cuando éramos
pequeñas nos hacía vestidos complicadísimos y llenos de puntillas,
fruncidos y bordados, que deducía viendo
los originales de las tienda. Tres cada vez, uno para cada una de sus hijas. Se
pasaba los dos meses de verano con su amiga Celia confeccionando los uniformes
y los abrigos del colegio para el curso siguiente. He disfrutado mucho haciendo
algo manual con ella, aunque me he dado cuenta de que intentaba cortar los
ojales en dirección contraria.
Nunca me interesó la costura. Nunca se forzó a enseñarme. Tampoco a mis hermanas. Nosotras
teníamos que estudiar, jugar, hacer deporte…ella nos cubría las espaldas en la
gestión de lo necesario, en las cosas “fáciles”. A ver si este verano consigo
aprender a coser a máquina, sería como si pudiera apropiarme de algo suyo, como
si a fuerza de disciplina en el último momento pudiera aprender algo tan
natural en ella como construir un hogar o solucionar un montón de cuestiones
prácticas con solo “discurrir” un poco.
Me
ha enseñado algo que tenía guardado: un producto que servía para remediar los
errores de puntadas o cortes mal hechos. Una botellita antigua de color
amarillo chillón con letras anacrónicas que rezaba: Tejemagic. Me ha dicho que
eran unos polvitos que “cosían sin hilos”, sólo pasando la plancha por encima.
Lo compró cuando nosotras éramos pequeñas, en el Corte Inglés. Lo hemos usado para convertir en cicatrices los ojales fallidos.
También
me habla de la importancia de los tocadiscos en su juventud. Me cuenta que iban
a casa de una amiga de “guateque” los
fines de semana. Su amiga era gordita y se ponía los vestidos encima nada más
sacarlos de la lavadora: los planchaba encima de su cuerpo y se los estiraba.
Decía que tenía que advertir a los chicos de que tenía los muslos gruesos, para
que no se llevasen después una sorpresa.
Las
fotografías son la mejor manera de regresar a lo que ya no está, una
forma engañosa pero eficaz de recuperar el pasado. Las más impactantes, para
mí, son aquellas que recuperan un tiempo en el que yo no existía, las
fotografías anteriores a 1962. Tengo
debilidad por los documentos en sepia
que nos muestran el pasado. Así que una de las maneras de volver a ver a
mi madre tras su muerte, en especial a la joven que fue antes de ser mi madre,
ha sido sentarme a contemplar sus fotografías de aquella época. Una caja con la que se presentó mi padre en
una de mis primeras visitas, que contenía sobre todo imágenes de su vida anterior a la boda. Mirándolas puedo
observar su evolución, su recorrido
vital: desde la niña que hace pucheros hasta la rubia despampanante en la que
se convirtió. Por lo que veo, cuando yo nací se tiño el pelo de oscuro, me
pregunto si a modo de ritual de paso hacia una nueva fase que descartaba
todo lo que significaba ser rubia en los años de Marilyn. Pero antes está la
otra, la que no reconozco, la que no conocí. Con muchas más fotografías.
Posando en los viajes que hacía con sus
amigas a París o a la playa, en los paseos con sus hermanas en actitud
indolente, asomando tras un banco del parque con el grupo de amigos,
escribiendo en la mesa de lo que parece un camping, fumando, flirteando con
mucha clase en medio de un montón de señores.
Esas imágenes me producen una desolación
que no acabo de saber a qué obedece. Una profunda sensación de culpa. ¿Por qué motivo? ¿Quizás
por el hecho de que había dejado de ser rubia, de viajar, de trabajar y de salir con sus amigos por haberse casado y haberme
tenido a mí? Y me vuelvo a preguntar
quién era mi madre antes de serlo. Se casó con 32 años, muy mayor para su
época. Antes tuvo tiempo de vivir, de trabajar, de estudiar idiomas y piano
-aprendizajes que nunca más usó ni demostró- y de tener un montón de
pretendientes. Algo de eso me había explicado cuando yo intentaba indagar en su
vida.
Pero el descubrimiento más
impactante, por la imposibilidad de recuperar una versión en primera persona,
han sido las postales. En la caja, mezcladas con las fotografías de esa época, hay
una serie de postales en blanco y negro de diferentes ciudades de Europa.
Dirigidas a Ma chère petite Carmina-
el nombre, otro indicio de quién era antes de ser Carmen- escritas a veces en
español y otras en francés, y firmadas indistintamente por Joaquim, “Je”,
o “Monsieur”. Le escribe frases tan conmovedoras como: Tengo una cosa para ti que
te hará gracia, o Je regretais beaucoup ton absence, ¿me das noticias tuyas?… Ella me había contado que-entre otros- su
profesor de francés estaba prendado de ella y la pretendía, como decían
entonces. Yo conocí a Monsieur Botton,
lo recuerdo en una visita que nos hizo cuando yo era pequeña al chalet donde
veraneábamos, y creo recordar una ligera incomodidad en la actitud de mi madre.
Una de las postales, del año 52, la
escriben tres personas: mi madre, Monsieur y una de las amigas viajeras. Es una
foto de Notre Dame de París, y la
destinataria es su hermana Paz. Probablemente fue uno de los viajes que hizo
con su amiga María Pilar.
En el texto que escribe mi
madre, le dice a su hermana, con la misma letra fluida con la que después escribiría
las listas de la compra: ”Estamos los tres, en el café Le Paris, en los
Champs Elysées, y están pasando negros , indios…y hemos tomado Coca Cola ¡Qué ilusión , qué ideal, ¿qué laca
usas?!”
Otra postal posterior a ésta,
desde Chartes, que le escribió él:
Je dois partir pour Genève en repassant par Paris, qui me semble bien triste depuis ton départ.
Je m‘imagine que tu vas tous les jours à la piscine pour te bronzer au soleil
.A Chartres il n’hi ha pas d’existentialistes mais tu vois quelle superbe
cathédrale, une des plus belles du monde !
A Paris on m’ha fait des compliments de toi mais je savais déjà que tu
étais fine et élégant, que tu avais de
jolis yeux et que tu étais intelligente.Ca n’ha donc été qu’une confirmation de
mon opinion. Aussi j’avais au moins la consolation qu’on dirait à Paris que
j’ai bon gout et que ma sœur t’ha trouvée distinguée. Quand je pense que je ne
te revoirai probablement plus…vraiment je n’ai pas de chance. Je te rapporterai
quelque chose de Suisse. Ce sera sans doute la derrière fois que j’avais
l’occasion de te faire un petit cadeau. Amuse-toi bien et pense quelque fois à
ton fidèle ami Joaquin.
En otras postales algo
posteriores desde Genova y Montreux, le
dice Quelle chaleur il fait aujourd’hui
en Suisse!, o Recibí tu larga carta y
como me dices que estás enfriada tengo para ti un pañuelo a medida.
Cuando miro las fotos de mi
madre y me vence la tristeza por su ausencia, me consuelo con una trampa mental
muy rocambolesca, pero efectiva. Pienso en que ella nació un año después de
Marilyn Monroe. Vivió su juventud en los años cincuenta, como ella. Las dos
eran rubias y glamurosas. Yo nací en el año sesenta y dos, tres meses antes de
que la rubia por antonomasia se durmiera para siempre. Mi madre por esa época estrenó
maternidad, madurez y un tinte más oscuro.
Y tuvo el detalle de compartir conmigo su existencia durante 51 años más. Entonces
me alegro de una manera a la vez melancólica y profunda.
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