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martes, 18 de octubre de 2016

Los "bebés" cumplen veinte años

El idilio se remonta nada menos que veinte años en el pasado familiar. En mi memoria, en cambio, parece mucho más antiguo, como de antes, como de siempre…De hecho, la espiral de emociones empezó con unos meses de antelación, cuando en una ecografía para controlar unas pérdidas en mi tercer embarazo el médico dijo: “Está todo correcto, pero…¡aquí hay mucha gente!” Así que en lugar de un aborto espontáneo, el diagnóstico resultó ser un embarazo gemelar. Me dio un ataque de risa floja, del mismo tipo que los que me sobrevienen sin remedio en el segundo plato de cualquier comida o cena familiar. Dos bolsas, me contesto a la aterrorizada pregunta sobre si eran univitelinos. La posibilidad de tener dos clones no me seducía demasiado, la verdad. Ahora pienso en cómo hubiera sido tener a cualquiera de vosotros dos repetido, y solo de pensarlo añoro al otro con desgarro, aunque sea una hipótesis absurda y fuera de lugar.
La risa histérica continuó mientras intentaba balbucear la noticia en las múltiples llamadas telefónicas que realicé al llegar a casa. Por suerte, me ahorré ver las caras de mis interlocutores ante tan excéntrica reacción.
Pero resultó que iba a tener el embarazo más tranquilo de todos, pues me dieron la baja desde aquel tercer mes hasta el momento del parto. Un embarazo de alto riesgo que me sirvió para estudiar oposiciones aprovechando las horas en las que los mayores estaban en el colegio y vosotros crecíais ahí adentro. Una temporada en la que leí, nadé y paseé mientras me volvía hacia dentro como un perro que duerme intentando imaginaros.
Y el 18 de octubre de 1996, en una visita rutinaria de final de embarazo, me provocaron el parto, al percatarse que Víctor había detenido su crecimiento debido a una placenta algo envejecida. Llamé a vuestro padre desde el departamento de un amigo que trabajaba en el Hospital (esta es la  prueba de que hubo un tiempo en la que no existían los móviles). En las dos horas y media que duró el parto,  a los abuelos les dio tiempo de coger el coche, conducir 200 kilómetros desde Tortosa, recoger a Ana y a Carlos del colegio y llegar al hospital en el mismo momento en el que os entraban a la habitación en sendas cunitas. Vïctor, con 2,5 kg , Sara con 3 Kg  y algo. Yo con mis escuálidos 50 kilos otra vez, tras expulsar los 10 consistentes en niños, placentas y líquidos varios. Sara tenía cara de señorona, ¿o de señorita de Avignon? La  tortícolis posicional que sufría le daba un aire asimétrico y cubista. Su boquita fruncida mostraba un bonito gesto de determinación.  Víctor, con carita de haber pasado un poco de hambre, era delicado y silencioso como un ángel. Carlos y Ana, de siete y cinco años, los miraban con una expresión inenarrable, a medio camino entre la felicidad y el susto.

Y empezó la aventura: las noches sin dormir, las posturas de contorsionista para poder daros de mamar a los dos a la vez cuando estaba sola, la emoción y el cansancio compartiendo espacio en la sangre, la sensación de habitar en el interior de la partitura de un Himno.

El regreso al trabajo. Magda, la primera aupair checa. El traslado de vuestro padre a Alicante. Yo estudiando las oposiciones con Marcel.lí mientras os dábamos el biberón a pares. El aprobado de ambos. El traslado a Alicante. Mila, aquella chiquilla de 18 años que venía de la República Checa y que fue como una hija mayor y nos acompañó en nuestro primer año allí. El trabajo en el instituto “8 de marzo” de Alicante. La guardería. Las otitis. Los paseos. Las noches en blanco. El himno acelerando su cadencia. Los bebés en su cochecito doble empujados por Mila. Las canciones y los cuentos. La vida vibrante y densa como un tejido trenzado con fuerza.




Sara era un bicho. Víctor un bichito. Se van perfilando los caracteres de los mellizos más distintos sobre la faz de la tierra. Los hermanos mayores toman posiciones en este nuevo territorio a compartir. Cada pieza en su sitio, todo se va ajustando. Aunque no recordéis nada de todo esto, fueron dos años intensos, soleados, llenos de vida y de retos, como el de quedarnos allí otro año mientras el papi se volvía a Barcelona, como el de acoger sucesivamente a Maruska y a Lenka. Como el de hacer otro traslado completo al acabar el curso.  



De vuelta en Molins empiezan vuestros recuerdos. Y como son vuestros, no voy a mancillarlos con los míos. Solamente voy a copiar dos fragmentos elegidos de entre los muchos textos que escribí en esa época mientras disfrutaba viéndoos crecer.


Sara, este es para ti. Y para todas las Saras que he tenido el placer de ir conociendo: la pequeña atleta musculada, la niña llena de vitalidad, la adolescente sensata, la joven indomable, la nieta “dolceta”, la adulta confidente y llena de sabiduría.

Sara ( 7 años)

"....Sara en la actualidad es una niña aparentemente normal, aunque si la observas detenidamente cuando nadie la mira, te  percatas de que su musculatura es la de alguien que ha recorrido más kilómetros de los que ella ha podido andar en su corta vida, que trepa a los árboles de manera espontánea, que los gatos callejeros la reconocen y se dejan acariciar por ella sin reservas, y sobre todo, que sus ojos pequeñitos son más profundos que los de los otros niños, la luz le viene de más adentro y cuando anochece le siguen brillando como dos pequeñas luciérnagas"




Y ahora te toca a ti, Víctor. Este es un poema que escribí para ti un día a la salida del dentista, y que ahora le dedico al efímero bebé regordete, al niño de ojos enormes que se encerraba en su cuarto sentado de cuclillas y creaba universos con su colección de animales, legos y playmobils, al adolescente lector y leal a sus amigos, al joven irónico e introvertido, al adulto inteligente y austero.

Víctor no quiere ir al dentista

Mis dientes son míos
nadie los puede tocar,
ni esa dentista con gafas
a la que me quieres llevar.

Odio las pastas con fluor
odio tener que esperar
en esa sala de espera
con música de vomitar.

No me gusta abrir la boca
ni tener que soportar
ese taladro de hierro
con el que me quieren asesinar.

¿Y si perfora el cerebro
atravesando el paladar?
Esa dentista es miope 
y le podría pasar.

Malditas caries idiotas
¿Por qué se acercan a mi?
son como monstruos peludos
contra los que inventaré un elixir.

Cuando crezca y me convierta
en una famosa figura
científico importante
aunque sin dentadura,
conseguiré una poción
que les hará la vida muy dura.

Pero de momento, hoy,
si me quieres compensar,
al salir del dentista
me tendrías que comprar
una ensaimada gigante
y una consola super-star.



¡Felicidades a “los bebés” más grandes del mundo! En todos los sentidos, excepto en lo de Bebés, título que ostentasteis hasta bien tarde. Los hermanos se suelen parecer, vosotros no. Aunque compartís fecha y hora de nacimiento, minuto arriba minuto abajo. Tres minutos no es nada. Veinte años no es nada para todo el cariño y la compenetración que habéis demostrado que sois capaces de derrochar.  ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!





domingo, 9 de octubre de 2016

Homeopatía genealógica

Fotografía tomada desde el Mont Saint Michel

Genghis Khan estaba obsesionado con dejar una cuantiosa descendencia.Lo consiguió. Para ello usó una estrategia tan invasiva como eficaz: matar al máximo número de varones y fecundar al mayor número posible de hembras, se cree que alrededor de un millar. Como consecuencia, el 0,8 % de todos los hombres actuales tienen el mismo cromosoma Y que el insaciable conquistador. En efecto, quizás tu propio padre sea uno de ellos.
Para las mujeres brasileñas de la alta sociedad tener la piel clara proporciona un plus en su caché social que todos reconocen aunque nadie lo verbalice. Casarse con hombres blancos garantiza la dilución de su material genético africano, la decoloración progresiva de su árbol genealógico. Pero incluso la más pálida de este banco de diluciones social posee el ADN mitocondrial de sus tatarabuelas traídas como esclavas desde Angola o el Congo. Un ADN negro como un tizón.
Cada uno de nosotros poseemos el 50% del material genético de nuestros progenitores, el 25% de nuestros cuatro abuelos, el 12,5% de cada uno de nuestros ocho bisabuelos...
Mis genes no sólo dicen cosas sobre mí. Hablan de mis padres, de mis tíos, de mis hijos...y de todos los que asoman en los álbumes de fotos de mi familia. No somos más que una combinación única de fragmentos de nuestros antepasados, un puzle hecho con piezas minúsculas, cada vez más pequeñas, de los héroes, los tiranos o los seres anónimos que nos precedieron.

Una dilución tan extrema que apenas queda rastro del principio activo original. Pura agua con una pizca de azúcar.



          
                                 Para Ana , que se acuerda de su mami aunque esté en las antípodas. En ella los ancestros se han concentrado de tal manera que la han convertido en una auténtica fuerza de la naturaleza, nada de aguachirlis homeopático.